Un día mi padre me dijo: no subas hasta el cielo y tampoco bajes hasta las tinieblas.
Creo que fue en esa época cuando empecé a enamorarme sin sentido, a hacer promesas temporales y a vivir en una montaña rusa permanente.
Ojalá pudiera vivir sin todo esto, a pesar de que me perdería las mejores sensaciones, viviría tranquila, feliz, sin cargarme amistades y sin hacer daño a la gente.
Aún no sé distinguir bien un amorío estúpido de un rollo momentáneo, o del amor. Es rara mi forma de amar. A veces es bastante duradera, suele ser pasional pero no me garantiza estabilidad.
Me provoca mucha angustia, me siento que estoy jugando con la gente y no me gusta, intento siempre mirar a favor de los demás pero cuanto más me reprimo más se enciende mi llama y más difícil me es controlar mis ataques impulsivos.
Cada vez voy más rápido, cada vez me encariño con más profundidad y ligereza, cada día que pasa me intento volver más y más fría sin hacer caso a lo que sienta, porque no sé cuanto van a durar esos sentimientos. A cada momento me desespero más. El amor es mi droga y cuando no estoy empapada de ella me asfixio sin su magia.
Ahora no quiero comprometerme, por miedo a no saber si estoy haciendo lo correcto. Ahora no confieso mis sentimientos, porque no sé cuales son. Ahora ya no digo te quiero porque no sé cuando caducará. Ahora me siento en el cielo cada vez que le abrazo y que le saboreo, pero no puedo hacer nada de esto por miedo a herirle.



